Columna de Opinión:
Opinión: Un lustro sin estar a la altura
Cinco años después del estallido social, la intransigencia se ha convertido en un valor y un argumento de orgullo. Tener una sola línea y no cambiar de opinión, como si aquello reflejara una condición de superioridad, ha ido minando el camino necesario para avanzar en asuntos urgentes. Ya lo decía Humberto Maturana al señalar la necesidad de agregar dos derechos humanos fundamentales y directamente relacionados: el legítimo derecho a equivocarse, y el legítimo derecho de cambiar de opinión.
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