En mis 7 años en la FAU, muchas han sido las ocasiones en que la experiencia del viaje se ha materializado. Y no tiene que ver ni con distancias, ni con destinos, ni necesariamente con lugares. El viaje es siempre una experiencia, un proceso, un aliento que permite entender una parte importante de lo que hacemos, lo que somos y lo que queremos ser. Por eso no tiene que ver tanto con el lugar al que vamos o visitamos, sino más bien con lo que en cada trayecto, por mínimo que sea, somos capaces de percibir, de sentir, de ver, de olfatear, de experimentar.Cada viaje nos lleva, de hecho, a una parte desconocida de nosotros mismos. Por eso son clarificadores, energizantes, estimulantes y visionarios. Viajar es el verbo más importante en nuestra formación como personas que tenemos en nuestras manos la responsabilidad de pensar, entender, describir, interpretar y explicar lo que espacialmente sucede en nuestro entorno. Sea a pequeña o gran escala, el espacio es lo que nos mueve intelectualmente y nuestra responsabilidad como académicos o estudiantes, es ser capaces de acercarnos de manera plurisensorial a este espacio que es nuestra razón de ser y de estar juntos en un lugar como la FAU.
Pero viajar tiene muchas formas y expresiones. Y el espacio mismo también las tiene. Hablar de espacio no es sólo ceñirse a un lugar en un sistema de coordenadas que podemos calcular o posicionar. Hablar de espacio nos lleva también a otros lugares en nuestra infinita capacidad de pensar, de situar y de dialogar entre nosotros y con nosotros mismos. Esa capacidad de imaginar y de posicionarnos en lugares que, reales o no, nos ayudan a comprender lo que entendemos como la realidad, en cualquiera de sus dimensiones: social, económica, política, cultural, material, imaginaria, etc.
En un momento de reflexión como siempre lo es el final de año, el cierre del ciclo exige una mirada retrospectiva y de balance. Este año ha sido muy diferente de varios otros: con momentos buenos y malos, como todos, este sin duda ha sido mucho más intenso y exigente. Y ha sido mucho más exigente precisamente porque salirse de la rutina es una exigencia mayor para todos. Y eso es también un viaje. Este año, todos quienes somos parte de esta comunidad hemos iniciado un viaje. Algunos en lugares distintos, con más o menos convencimiento, aspecto propio de una comunidad diversa y plural. Pero el viaje lo iniciamos todos sin distinción. Atrás han quedado lugares que ya no están más. Que no estarán más que en el recuerdo, en la nostalgia de aquel lugar por el que pasamos y que nos dejó experiencias diversas: de las buenas, de las malas, de las trascedentes y de las no tanto. Hemos transitado un camino rico en exigencias, en experiencias y en dificultades. Aquel tránsito, deja la huella de un momento que la historia sabrá luego leer en perspectiva, pero en lo concreto, es el tránsito iniciado y en el que el camino continua sin detenerse.
Este viaje intenso, complejo, duro y exigente, es un viaje que como todos los demás, nos demandará lo que todo viaje exige: sacrificar horas de sueño, dormir no todo lo cómodo que quisiéramos, horas de entrega para llegar a un destino que como todos, también será transitorio. El encanto y la maravilla de ver lugares nuevos, el desencanto y la angustia de sentir nunca llegar. El conflicto de tener que compartir el viaje con quienes no siempre quisiéramos y en donde no queda más que buscar la forma de que sea lo menos desagradable posible pues, al estar embarcados, ya no hay vuelta atrás. La maravillosa sensación de ver aparecer aquel lugar que pensamos jamás veríamos, o el placentero encanto de reposar disfrutando el destino al que temporalmente hemos llegado. Disfrutar esa sensación de que pese a todo, el lugar ideal aún no hemos visitado, pero saldremos a su búsqueda tarde o temprano. En fin.
Por eso creo que viajar es plural. Es plural porque cada viaje es una experiencia que nos conecta con muchos otros viajes: nos lleva al pasado, al presente, al futuro; nos lleva a lo real pero también a lo imaginario; nos lleva a la comprensión y también a la duda, nos lleva a la valentía, a la osadía y a los miedos. Nos lleva a la esperanza, a la ensoñación, al misterio y a comenzar también, la reconstrucción del camino que nos lleva de regreso a casa, una casa que después de un viaje, nunca más vuelve a ser la misma. Por eso tomo prestado el magnífico título del excelente y recomendable libro de Alejandro Zambra, pues luego de un viaje, de esos en plural, hay muchas y diversas formas de volver a casa.