El académico es Profesor Asociado del Departamento de Urbanismo, Doctor en Arquitectura y Urbanismo y posee una destacada experiencia académica y profesional en las áreas de arquitectura, diseño urbano, patrimonio urbano y restauración arquitectónica. Se ha formado y desarrollado académicamente en el contexto nacional e internacional, ejerciendo como profesional en Chile y en los Estados Unidos.
Constantino Mawromatis ingresó por Concurso Público en 1995 a la Facultad y es profesor responsable de distintas asignaturas y talleres en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile (FAU) desde 2004. Es investigador académico e integrante de Comisiones de Titulación y de Seminarios de Investigación. A partir de 2005 asume como director de Revista de Arquitectura. Paralelamente es autor y editor de diversas publicaciones del Departamento de Urbanismo. En el año 2012 fue Jefe de Carrera.
En el ejercicio profesional se destaca su experiencia en proyectos de orden urbano y arquitectónico en Chile y en los Estados Unidos, en las áreas de la vivienda unifamiliar, colectiva, proyectos urbanos, retail y entretención, edificios de oficinas, institucionales y educacionales, entre otros, obteniendo diversas distinciones en concursos públicos en conjunto con otros profesionales. Cabe relevar además su participación como arquitecto responsable en la restauración de monumentos históricos y Patrimonio Mundial UNESCO, en el archipiélago de Chiloé.
El académico Mawromatis, hoy Director del Departamento de Urbanismo y con él conversamos sobre los desafíos, el trabajo interdisciplinar y el rol de la Facultad ante los desafíos de la disciplina.
¿Cuáles son los principales desafíos que usted avizora para el Departamento?
Son muchos e importantes los desafíos que como Departamento debemos asumir y estamos en un excelente momento para hacerlo, con un claustro académico diverso, comprometido y de reconocidos logros.
En lo inmediato, la coyuntura histórica de la cual somos partícipes nos demanda la tarea de aportar en el debate en torno al espíritu y a los contenidos de la nueva Constitución. Para ello, buscaremos los espacios apropiados para, desde nuestra experticia disciplinar y la diversidad que nos caracteriza, poder incidir en la construcción de un nuevo pacto social, más equilibrado y coherente con los profundos cambios que requiere nuestra convivencia mutua y la relación que establecemos con el medio natural.
En tal sentido pretendo, desde la dirección, fortalecer nuestra vinculación con el medio y propiciar el diálogo transversal. Nuestro Departamento tiene mucho que decir y aportar al respecto.
Desde una perspectiva a mediano plazo debemos pensar el futuro. Los cambios que hay que asumir en el ámbito de la planificación del territorio y de las ciudades son de una magnitud proporcional a la crisis que estamos viviendo. Es por ello, que el Departamento deberá explayarse en la capacidad de imaginar y canalizar, proactivamente, nuevos escenarios consecuentes con la profundidad de las transformaciones que, no muy lejanamente, sorprenderán por su impacto y velocidad.
Tanto desde la investigación y creación -generando nuevo conocimiento-, desde la docencia -transmitiendo esos saberes e incentivando la reflexión y el pensamiento crítico a las nuevas generaciones-, como también desde la extensión universitaria, cumpliremos con nuestro rol de universidad pública. Para ello, debemos asumir, con decisión, la responsabilidad de trascender los espacios académicos e incidir políticamente, buscando asociatividades y el diálogo con la ciudadanía. Una ciudadanía informada sabrá cómo responder a los desafíos que enfrentaremos.
¿Cuáles son los principales desafíos para el urbanismo actual?
Primero cabe señalar que más del 55% de la población del planeta vive en ciudades, lo que se estima crecerá hasta un 68% para el año 2050. En Chile, según el Censo 2017, un 87,8% de la población total habita en áreas urbanas, lo cual, similarmente, se incrementará en las siguientes décadas. Si bien las actividades extractivistas de los sectores minero, eléctrico, forestal, de hidrocarburos y monocultivos tienen un mayor impacto sobre los recursos del país, no es menos cierto que las ciudades son claramente incidentes en la presión que ejercen sobre nuestro medio natural. Frente a la crisis climática y los impactos asociados al modelo de desarrollo actual, el urbanismo debe replantearse, transformándose progresivamente, desde una disciplina orientada a una visión antropocéntrica, hacia un enfoque holístico. En otras palabras, un urbanismo más equilibrado, más respetuoso con el medio ambiente, en definitiva, más sostenible.
Pero también, el urbanismo debe hacerse cargo de la calidad de vida de la ciudadanía, propiciando ambientes saludables, equitativos, enriquecedores y estimulantes. En Chile las ciudades tienden hacia una condición segregadora, discriminadora, excluyente y alienante, con un mercado de suelo que distorsiona el horizonte de una ciudad justa. Las inequidades expresadas en el ámbito socioespacial propician el desconocimiento mutuo y, consecuentemente, la exacerbación de patologías sociales.
El modelo de crecimiento predominante en las periferias aleja, cada vez más, las actividades entre ellas, dificultando el encuentro espontáneo de las personas y alimentando, progresivamente, su desconfianza y temor. Por otro lado, la renovación urbana en áreas metropolitanas pericentrales orientada a la hiperdensificación en altura, desmejora la calidad de vida de sus habitantes y el entorno urbano, hipotecando el futuro de espacios urbanos menos dependientes del tráfico rodado.
Desgraciadamente, no es mero azar o producto del laissez faire la configuración segregadora de nuestras ciudades; tampoco lo es la ausencia del Estado y sus instituciones en vastos territorios urbanos. Ello obedece a una concepción del ordenamiento del territorio obsoleto desde un punto de vista ético y moral, que hoy ya no es tolerable ni viable.
Sin duda el urbanismo y el diseño urbano en particular, conforman el soporte y escenario de nuestras vidas. Es el vehículo para organizar el territorio y el espacio, multiescalar y multidimensionalmente, no solo desde un enfoque utilitarista, sino como expresión de una sociedad y del transcurso del tiempo, pudiendo enriquecer nuestra existencia e incluso darle sentido a ella. La ciudad, como manifestación de la civilización y cultura, requiere de la atención y el esmero debido.
Es, por tanto, deber nuestro, desde la academia y la especificidad de la disciplina, ofrecer nuevos escenarios viables que nos permitan transitar por otros caminos; caminos más equilibrados, más sostenibles.
¿Qué rol o roles puede cumplir la Facultad en la disciplina que lidera?
Cabe recordar que nuestra Facultad está mandatada por la misión de la Universidad de Chile con relación al rol social de sus profesionales. Su misión declarada apunta a "la generación, desarrollo, integración y comunicación del saber en todas las áreas del conocimiento y dominios de la cultura”. Es, por tanto, nuestro mandato servir a la sociedad, de manera integral e integradora, desde una convicción ética para mejorar las condiciones de vida de la gente, en un marco de desarrollo sostenible que asuma la responsabilidad que nos compete. La Facultad ofrece la plataforma y la institucionalidad para canalizar y estimular aquello. Particularmente, el urbanismo es fundamental en esta tarea, por su naturaleza transdisciplinar y multiescalar, construyendo el soporte para la vida cotidiana. Por ello, considero que la innovación curricular implementada en el año 2016 en la Facultad -y me refiero concretamente al currículo de la carrera de arquitectura-, es una buena señal que robustece la formación de los estudiantes en ámbitos del territorio y de la ciudad, instándolos a la reflexión y a la actitud crítica frente al curso que ha tomado el desarrollo urbano. Los resultados deberán ser evaluados, toda vez que por mucho tiempo se ha observado en los estudiantes una dificultad en integrar apropiadamente la multiescalaridad y las diversas dimensiones del urbanismo en las instancias de aplicación, para lo cual deberemos estar alertas para efectuar los ajustes o correcciones necesarias.
Por otro lado, debemos tener siempre presente, como Facultad, la responsabilidad que tenemos frente a la habilitación profesional que otorgamos como Universidad de Chile, lo que nos insta a una constante preocupación por la excelencia en la formación que requieren las nuevas generaciones de profesionales.
¿Cómo visualiza el trabajo interdisciplinar de la Facultad?
Hoy no es posible pensar en estructuras estáticas, lineales, sectoriales y reduccionistas. Estamos en una era de colaboración, y en la Facultad tenemos la oportunidad de interactuar y enriquecernos con las distintas disciplinas y líneas que nos ofrece la amplia diversidad de sus programas. Creo, firmemente, en la sincronía y sinergia entre académicos de todas las Unidades de nuestra Facultad. El concepto de multiescalaridad se ha ido asumiendo progresivamente a partir de la reestructuración en la Facultad, cobrando cada vez más sentido y pertinencia. La diversidad nos enriquece. Los Institutos son prueba de ello, como también la docencia colegiada y la conformación de grupos interdisciplinares de investigación dentro de la Facultad y, crecientemente, con otras facultades y universidades nacionales e internacionales, donde también se deberá fortalecer la vinculación con el medio externo.
Finalmente, el Profesor Constantino Mawromatis llamó a la reflexión respecto a cómo debemos imaginar el futuro y cuál es la actitud a seguir. “En Chile -considero- tenemos una aproximación errada, inconducente para enfrentar los problemas, haciéndolo desde una actitud reactiva que nos relega siempre a una posición desventajosa frente a los desafíos que deben ser abordados con creatividad y decisión. El que no lo entienda así, se quedará relegado a seguir las decisiones de otros. Es por ello por lo que tenemos que trabajar y focalizar nuestros esfuerzos en cambiar esa actitud, e interpelar las estructuras existentes. Al respecto debemos estar, también, alerta frente al riesgo de la progresiva uniformidad y el encasillamiento hacia el cual estamos avanzando actualmente como sociedad, permeando, también, los espacios académicos en una lógica que puede desdibujar la esencia del pensamiento crítico y reflexivo propio de la Universidad”.