Chile cuenta con 101 cuencas, que se relacionan geosistémicamente con el océano. El estado y gestión de las cuencas es vital para la vida de las comunidades y la sociedad, la preservación de los servicios ambientales y la biodiversidad, la conservación de los suelos y para combatir la erosión, asegurando así las fuentes alimentarias del futuro. Las cuencas son la principal fuente de agua dulce de la mayoría de las ciudades del mundo.
“En relación a las cuencas, los cursos fluviales han presentado notables alteraciones, este año 2023 se cerró la desembocadura de los ríos Maipo y Aconcagua, eventos que no habían sido observado, dado que cíclicamente en el período de invierno, las barreras de las desembocaduras eran erosionadas o destruidas debido a la mayor competencia fluvial por sobre la marina”, señaló la académica e investigadora María Victoria Soto.
La especialista explica además que lo que está ocurriendo con las cuencas hidrográficas no sólo se debe a factores naturales como el cambio climático y al ascenso del nivel del mar, sino que obedecen cada vez más, a las intervenciones humanas en las cuencas, como los son:
- Cambios de uso del suelo, como la agroindustria de monocultivo a expensas de la agricultura tradicional y la vegetación nativa;
- La intervención de las cabeceras de las cuencas, aún con remanentes glaciares y glaciares rocosos (fuentes vitales de agua dulce y de alimentación de los acuíferos), debido la expansión de la minería extractiva;
- La presión del mercado inmobiliario y la expansión urbana;
- La proliferación de asentamientos informales, generalmente para familias migrantes, en áreas de riesgo.
Este fenómeno no es exclusivo de Chile, señala la Dra. María Victoria Soto Bäuerle, quien participó como conferencista invitada en el “II International Workshop of Quaternary Geomorphology: Geochronology of Fluvial and Coastal Environments”, en Brasil, en el que se realizó una expedición de campo para analizar la geomorfología dinámica actual de las desembocaduras de las grandes cuencas, desde el Estado de Río de Janeiro a Bahía.
“Los resultados en las zonas costeras son dramáticos, pues la erosión costera es tan intensa y acelerada que está cambiando la geografía de la línea de costa, junto con el impacto en la pérdida de tierra y de bienes públicos y privados, con un retroceso observado en los últimos pocos años de hasta 15 cuadras de viviendas del balneario de Tafona”, relató la profesora María Victoria Soto.
Las causas son las ya conocidas: intervención descontrolada y desregulada de las cuencas, con centrales hidroeléctricas (desde la década de los 50), extracción de agua, presión inmobiliaria y expansión urbana, cambios de uso de suelo desde agricultura tradicional a monocultivos de coco, café, bosques de eucalipto, muchas veces a expensas de la vegetación nativa.
Las consecuencias son -en el caso de Brasil- la muy baja alimentación de sedimentos desde las cuencas a la costa y por lo tanto, hay una menor disponibilidad de sedimentos que pueden ser depositados en los sistemas litorales, mientras que la energía del oleaje induce la erosión de playas, estuarios y manglares. Este proceso produce un desbalance en los sistemas afectados, produciendo incrementos en las tasas de erosión.
Finalmente, la Profesora Soto señala que “la cuenca como geosistema, es multiescalar, multidimensional, jerárquico e interrelacionado. Chile como país andino y litoral, debemos reconocer que nuestro territorio natural de sustentación, es la cuenca. Es necesario y urgente avanzar hacia la gobernanza de las cuencas y de los litorales asociados a nivel local, regional y global”.