Académico FAU participa en encuentro de Posgrados en Geografía

Académico FAU participa en encuentro de Posgrados en Geografía

Con la conferencia “Desafíos de la Geografía del Cono Sur Americano: Vulnerabilidades y Resiliencias ante Desastres Socionaturales”, el Director de CIVDES (Centro de Investigaciones en Vulnerabilidades ante Desastres Naturales) de la Universidad de Chile, Profesor Hugo Romero, participó en la ceremonia de apertura del II Encuentro de Investigaciones y Postgrado del Sur de Brasil, organizado por la sección austral de la Asociación Nacional de Postgrados en Geografía de Brasil, organización de cooperación y orientación académica que reúne a las 53 universidades que dictan programas de maestría y doctorado en esta disciplina.  Esta sección está integrada por las universidades federales (públicas) de Rio Grande del Sur, Río Grande, Pelotas y Santa María, localizadas en el Estado de Rio Grande del Sur, y por la Universidad Federal de Santa Catarina, ubicada en el estado del mismo nombre. Cada una de estas universidades- cuyos alumnos superan los 15.000- constituyen importantes centros de investigación y educación superior en sus respectivas áreas de influencia, caracterizadas por el desarrollo industrial, agropecuario, forestal, pesquero y turístico, destacando como los estados de mayor ingreso económico del país. 

El encuentro se realizó en la Universidad Federal de Santa María, que de esta forma estaba inaugurando las actividades académicas de su programa de doctorado en geografía, orientado a atender especialmente los problemas del Cono Sur Sudamericano. El Profesor Romero planteó en su conferencia, en primer lugar, que no era posible seguir aceptando que el aumento en la frecuencia e intensidad de los desastres causados por inundaciones, aluviones, terremotos y erupciones volcánicas, las pérdidas de vida y los enormes daños económicos infringidos a los países de la región, continuaran siendo considerados como obras exclusivas de la naturaleza.  Un reciente informe publicado en Inglaterra, utilizando una gran cantidad de variables, concluye que el número de víctimas mortales de las inundaciones y temporales ocurridos en la región los últimos veinte años, se relaciona fuertemente con la exposición y los niveles de ingresos económicos.  Lo primero significa que los pueblos y ciudades se encuentran localizados en lugares inseguros, lo que es resultado de planes de ordenamiento territorial inexistentes o ineficientes, de urgencias sociales provocadas por la insuficiencia de los planes de vivienda y desarrollo urbano y por la actuación interesada de diversos sectores que especulan o comercian con el espacio geográfico. Respecto al ingreso, la mayoría de la población afectada por los desastres pertenece a los estratos más pobres de la sociedad, de lo que resulta que no sólo están localizados en lugares de alta exposición, sino que además carecen de acceso a recursos para  asegurar sus viviendas o para reconstruirlas de mejor forma en caso de ser afectados.

La población afectada por desastres lo ha sido en innumerables ocasiones, lo que demuestra que son los mismos lugares los que concentran las amenazas naturales e impactan recurrentemente a los grupos más vulnerables, sin que se adopten decisiones de política pública destinados a evitarlos, tales como impedir su urbanización. De igual manera, se observa, tanto en las zonas impactadas por tsunamis como por aluviones e inundaciones, una escasa consideración de los riesgos que enfrentan al momento de diseñar sus planes territoriales y sus construcciones.  Los casos de Talcahuano y Constitución, devastados por el terremoto y tsunami de Chile de Febrero de 2010, así como las inundaciones experimentadas por las quebradas andinas del Norte de Chile en Marzo de 2012, constituyen evidencias de localización y reconstrucción de las poblaciones locales sobre terrenos que concentran la ocurrencia de amenazas naturales permanentes 

Es necesario emprender estudios completos sobre la vulnerabilidad de los lugares ante los desastres, que incluyan el estudio de las condiciones antecedentes o históricas (incluyendo la memoria social), los impactos de las amenazas naturales y socioambientales sobre la población, la capacidad de absorción de los mismos por parte de las comunidades locales, su capacidad de aprendizaje social y por ello, de evitar la repetición de los desastres en el futuro.

Mientras los estudios de vulnerabilidad han distinguido a ésta como una debilidad de las sociedades locales (causada por razones sociales, políticas, económicas o culturales) que las predisponen al desastre, interpretaciones más recientes plantean su comprensión como una ausencia de capacidades suficientes para enfrentar las amenazas.  En este sentido, adquiere una creciente importancia el concepto de resiliencia, definido como la capacidad de que dispone un grupo social para poder absorber las perturbaciones naturales o socioeconómicas, sin ser destruida o perder sus bienes materiales, sociales y culturales. La resiliencia se relaciona estrechamente con la presencia de capital social, es decir, con la existencia de comunidades locales organizadas, capaces de autoregulación y adopción de decisiones autónomas y por ello, de una alta capacidad de resistencia, recuperación y superación de las condiciones  antecedentes que las llevaron al desastre.

El capital social que sostiene la resiliencia es probablemente el único que crece en medio del desastre. Mientras los bienes materiales son destruidos y la vida amenazada severamente, surgen organizaciones y redes sociales, lideradas muchas veces por vecinos hasta entonces  desconocidos, o en el mejor de los casos, se activan o potencian organizaciones pre existentes (como juntas de vecinos, iglesias, compañías de bomberos) que asumen el control de los acontecimientos adoptando decisiones destinadas a proteger el barrio y sus habitantes, compartir informaciones, manifestar acompañamiento y solidaridad con los más afectados, distribuir equitativamente alimentos, agua y medicinas, ayudar al rescate de los atrapados, iniciar una reconstrucción inmediata del tejido social para enfrentar eventuales bandidajes o vandalismos.

Los ejemplos conocidos en Concepción y Constitución constituyen nuevamente manifestaciones de activación de resiliencia social en que la rápida organización de las comunidades, en el primer caso, o la persistente lucha por una mejor reconstrucción, en el segundo, señalan la importancia del capital social.

El capital social es fundamental para asegurar la capacidad de obtención de ayuda y su distribución justa para evitar la confusión, reducir la incertidumbre y demostrar justicia. Desde luego que este capital se establece en la vida cotidiana, tiene a la confianza como su principal atributo y se activa más compleja y eficientemente ante un desastre. Durante la recuperación y reconstrucción es de vital importancia, en especial en lugares donde predominan las decisiones adoptadas sin considerar las necesidades ni aspiraciones de la comunidad, tomadas en forma centralizada por las cúpulas de poder.   En los muchos testimonios recogidos en terreno, destacan las dificultades de comunicación entre los representantes de las organizaciones comunitarias y las autoridades municipales y regionales, así como la imposición  de decisiones por parte de estas últimas continuando con un proceso de “arriba hacia abajo” que aumenta la vulnerabilidad y reduce la resiliencia, exactamente lo contrario que debería esperarse de un moderno proceso de toma de decisiones desde abajo hacia arriba.

Al focalizar la investigación en el estudio de las vulnerabilidades y resiliencias sociales se abren muchas interrogantes que permitirían explicar un conjunto de evidencias también observadas en Chile,  como por ejemplo,  la rápida reconstrucción de las localidades andinas del Norte afectadas por aluviones,  el estado de muchas de las áreas de la reconstrucción emprendida con posterioridad al desastre de febrero de 2012, sus daños más bien focalizados y el número de víctimas, que aunque siempre significativo, resulta ser modesto ante la intensidad del  terremoto como ante la zona inundada por las sucesivas ondas de tsunamis. O por otro lado, intentar explicarse el retorno de los habitantes de Chaitén a un área que todos los estudios han declarado como inhabitable por sus altos niveles de riesgo asociado a erupciones volcánicas, pero que sus pobladores insisten en contrarrestar con su temple y decisión.

 

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