En un encuentro con académicas, académicos y estudiantes de primer y segundo año de la carrera de Diseño de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, la académica argentina Griselda Flesler, referente en los estudios sobre diseño y género, desarrolló una conversación abierta en la que abordó las relaciones entre estética, poder y cultura.
Su exposición cuestionó los valores hegemónicos del “buen diseño” y evidenció cómo las ideas de clase, género y universalidad están inscritas en los objetos y espacios que habitamos. “Hay una construcción acerca de lo que es algo bien diseñado o que pertenece al canon del diseño. Y ese canon, históricamente, ha estado atravesado por un sesgo de clase y de género”, planteó Flesler.
La académica, profesora de la Universidad de Buenos Aires, propuso revisar el ideal moderno de diseño heredado de la Bauhaus, destacando cómo la noción de “funcionalidad” y “racionalidad” ha estado asociada a valores masculinos. “No es casual que los adjetivos del buen diseño —racional, funcional, austero— sean los mismos con los que la cultura occidental caracterizó históricamente a lo masculino”, explicó. “La falsa idea de neutralidad es lo que produce lo hegemónico”.
El experimento de la perforadora y la mixer
Entre los ejemplos que utilizó para ilustrar estas ideas, Flesler relató un experimento realizado por diseñadoras suecas, quienes intercambiaron las formas de dos productos icónicos del diseño industrial: una perforadora eléctrica y una batidora de cocina.
“Diseñaron una perforadora con el estilo de la mixer y una mixer con el de la perforadora. Cuando mostraron los objetos en focus groups, la gente decía: ‘Pensé que era un secador de pelo’ o ‘no parece tan potente’. Aunque ambos tenían la misma funcionalidad, los juicios estaban condicionados por su apariencia y las asociaciones culturales de género”, explicó.
El experimento evidenció cómo el público asocia lo femenino con la delicadeza, lo débil o lo decorativo, mientras que lo masculino se vincula con la potencia, la eficacia y la autoridad. “Las cosas no son neutrales. Hacen cosas. Las cosas nos hacen hacer cosas”, enfatizó la académica, destacando cómo los objetos moldean comportamientos, identidades y jerarquías sociales.
Del canon del diseño a la crítica cultural
Flesler también recordó sus inicios como docente e investigadora, cuando descubrió la ausencia de mujeres y de referentes latinoamericanos en los programas de estudio de historia del diseño. “Como estudiante argentina, sabía más sobre diseño suizo que sobre diseño brasileño. Esa omisión me llevó a preguntarme por qué lo femenino y lo latino estaban asociados a lo decorativo, lo emocional, lo no racional. Mi primera tesis buscó mostrar cómo ese sesgo se enseñaba sin que nadie lo cuestionara.”
Con el paso del tiempo, su mirada se amplió hacia un enfoque que no se limita a visibilizar mujeres, sino que problematiza las relaciones de poder que estructuran el campo proyectual. “El enfoque de género no se ocupa solo de las mujeres y su producción, sino de analizar desde dónde formulamos los proyectos, a quiénes dirigimos nuestras propuestas y qué discursos consideramos válidos”, explicó. “El diseño universal es una ilusión. No existe una forma neutra de diseñar para todos.”
Neutralidad, pictogramas y sesgos visuales

En la segunda parte de su charla, Flesler analizó cómo la falsa idea de “universalidad” se manifiesta en los sistemas de señalización y en la representación visual. Mostró ejemplos de los pictogramas de las Olimpiadas de Múnich de 1972, diseñados por Otl Aicher, donde sólo una figura femenina aparece —identificada por una falda— en la disciplina de patinaje artístico.
“Aicher, frente al pánico de representar a dos varones bailando, agregó una pollerita. En ese gesto, rompió la idea de sistema universal y evidenció el sesgo. Es el ejemplo perfecto de cómo la supuesta neutralidad visual está pensada desde un sujeto dominante”, reflexionó.
Investigaciones recientes, comentó Flesler, confirman este patrón: en más de 30 sistemas de pictogramas analizados en Europa, las figuras femeninas aparecen únicamente cuando se representan tareas de cuidado o roles tradicionales.
“La idea de universalidad y de neutralidad es el sistema más eficaz para quienes ocupan posiciones dominantes. Así funciona. Y el diseño lo reproduce constantemente.”
Tipografía, arte y ruptura del binarismo
La charla también abordó la manera en que la tipografía ha reforzado códigos de género: las fuentes “racionales” y geométricas asociadas a lo masculino, frente a las manuales o ornamentales asociadas a lo femenino. Flesler mencionó su propio trabajo académico sobre las tipografías utilizadas en revistas de moda, y cómo estas construyen visualmente un ideal de femineidad infantilizada.
Cerró su exposición presentando obras de artistas contemporáneos que desafían la construcción binaria de género, como Collier Schorr, quien fotografía a varones en poses históricamente femeninas para cuestionar los límites entre lo masculino y lo femenino. “El arte y el diseño pueden hacernos ver que nada es natural. Que lo que creemos universal o neutral es en realidad el resultado de una historia, de un orden que se puede —y se debe— cambiar.”, concluyó la académica.


