Cinco especialistas en Riesgos de Desastres del Departamento de Geografía de la U. de Chile y de la FCFM, los Dres. Carmen Paz Castro, María Victoria Soto, Yasna Contreras, Joselyn Arriagada y Ricardo Herrera, que además conforman el Comité Académico del recientemente inaugurado Magíster en Gestión Territorial del Riesgo de Desastres, responden a a las interrogantes que plantea la relación entre vulnerabilidad ante los desastres y desigualdad social.
¿Por qué los desastres socionaturales profundizan la desigualdad, por qué hay una estrecha relación entre pobreza y desastres?
En la actualidad, los territorios están siendo afectados por procesos globales de cambio, los que se asocian principalmente a las modificaciones del sistema socioeconómico y a aquellos relativos al cambio y variabilidad climática. Con relación a lo último, las sociedades se están viendo enfrentadas a fenómenos hidrometeorológicos cada vez más extremos que afectan principalmente a segmentos de la población más vulnerables. Esta se localiza normalmente en las zonas de mayor exposición y normalmente, fuera de la regulación territorial por no tener la posibilidad de elegir dónde vivir, sino que ocupan terrenos de uso público o bien, sin un uso aparente.
Sin embargo, dichos eventos extremos ya no sólo afectan a los segmentos más vulnerables de la sociedad, sino que, a toda la población expuesta, así como a construcciones, infraestructura y equipamiento localizada en un área de amenaza. La diferencia radica obviamente en las capacidades para mitigar, prepararse y responder frente a los eventos, así como para recuperarse de sus impactos.
No obstante, lo anterior, sigue siendo una constante que los territorios que presentan mayores condiciones de amenaza, tales como lechos de ríos y quebradas, zonas de laderas y el borde costero, sean el emplazamiento de segmentos más pobres de la sociedad, de familias sin viviendas y de asentamientos informales.
Por otra parte, existen diferencias importantes en la percepción del riesgo que tienen, por ejemplo, los habitantes de asentamientos informales. Es comprensible que para las comunidades que viven en precariedad la incertidumbre asociada al riesgo de desastres alcanza a todos los ámbitos de su vida, siendo prioritarios los asociados a su sobrevivencia y, por lo tanto, el miedo a sufrir eventos de desastres está lejos de ser su principal preocupación. Esto implica una menor recepción a generar acciones de autocuidado asociadas a esta problemática.
Desde esta perspectiva, ¿Cuáles son los riesgos en Chile que podrían exacerbar la pobreza existente?
Los desastres generan pérdidas a nivel familiar, social y del Estado. Chile es un país sujeto a múltiples amenazas de diversos orígenes, natural, antrópico, tecnológico y otros que dificultan la existencia de zonas realmente seguras para el asentamiento humano, por esto la relevancia de trabajar permanentemente en todas las fases de la gestión del riesgo y de mejorar los sistemas de gobernanza y toma de decisiones que permitan reducir el nivel de riesgo.
Además del importante porcentaje de la población que vive en condiciones de pobreza e incluso de pobreza extrema en el país, un porcentaje muy alto se encuentra muy cercano a la línea de la pobreza y susceptible, por ende, de ingresar a este grupo de precariedad social al sufrir la pérdida de sus bienes y de sus medios de vida por causa de un evento de desastre, como se ha observado luego de los grandes eventos de terremotos, tsunamis, incendios, aluviones y otros. Para este amplio espectro de la población es extremadamente difícil recuperarse y poder incorporarse al sistema productivo sin ayuda estatal, la que normalmente es insuficiente. Se puede mencionar como ejemplo, a aquellas personas jubiladas que perdieron sus casas por el terremoto y tsunami del 27F 2010 y que por su edad y escasos ingresos les fue imposible recuperar este importante y significativo bien.
Para reducir el sufrimiento y la pérdida de bienestar de la población es urgente invertir en preparación para la resiliencia y adaptación a los cambios climático-ambientales-sociales a través de la planificación territorial adaptativa, sustentable y participativa multiescalar, con énfasis en la escala local, no solo en el espacio urbano, sino que la interfase urbano-rural y en las áreas rurales que siguen estando fuera de la regulación territorial del país.
¿Qué podemos hacer para que estas amenazas no se conviertan en desastres?
Lo primero es abordar la identificación rigurosa de las amenazas en los nuevos escenarios territoriales, a escala local, a nivel de cuencas y subcuencas en todo el país e incorporarlas como áreas de protección, restricción u otras en los instrumentos de planificación del territorio. Si el riesgo ya está construido, se deberán realizar las obras de mitigación y de reducción de riesgos de desastres, pero con la visión de un territorio sujeto en el presente y en el futuro a eventos extremos, cada vez más complejos, que la academia debe investigar. planificación del territorio con base científica y no solo con interés económico y presión del mercado inmobiliario, considerando en estos instrumentos de planificación territorial la variable de riesgo de desastres.
En tercer lugar, la educación desde edades tempranas en la reducción del riesgo de desastres y en la percepción de las condiciones socioambientales y físicas donde se habita, permitirá la formación de seres humanos más conocedores y resilientes frente a eventos extremos.
También, resulta clave la coordinación de todos los instrumentos de planificación territorial que existen en Chile y que están avanzando en definir las escalas de impacto de las amenazas naturales y antrópicas, así como también, preparar a los gobiernos locales, regionales y centrales en la planificación y gestión de riesgos de desastres de manera inter y multidisciplinar.
¿Qué podemos hacer para que los sectores más pobres no sean tan vulnerables a los desastres?
Sólo a través de políticas públicas que generen territorios seguros, instrumentos de planificación actualizados y con base científica y educación territorial, desde la educación preescolar hasta la educación superior, más aún en nuestra Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. También, educando a toda la comunidad en la reducción de riesgos de desastres, ya que el riesgo no es sólo producido o sufrido por los grupos más pobres, también, afecta a otros grupos sociales que necesitan prepararse y educarse en reducción de riesgos de desastres.
En esta línea se requiere que las intervenciones dirigidas a la reducción de riesgo de desastres logren un nivel de incidencia positiva en la dimensión de cohesión social, así como una transformación en la relación entre actores que ha resultado en un empoderamiento de las comunidades, una disminución de la indiferencia gubernamental, y un fortalecimiento de la resiliencia y la gobernanza.
Esto nos llevará a reducir el alto nivel de aceptabilidad del riesgo que hemos tenido como país hasta ahora e incrementar las exigencias, para que el crecimiento urbano no implique la construcción permanente de nuevas áreas de riesgo.