Según la ONU, actualmente, cerca de 3.500 millones de personas viven en las ciudades de sus respectivos países y se prevé que para el 2030 esta cifra aumente a 5.000 millones. En Chile, el 83% de la población habita en zonas urbanas, fenómeno que tiene un alto impacto en aspectos como el alojamiento, el transporte, la energía, la educación y los sanitarios. En este contexto, académicos y académicas de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad de Chile explican las crisis multidimensionales que enfrentan actualmente las ciudades y cómo apuntar al desarrollo de lugares más sustentables, inclusivos y amigables.
Con el objetivo de generar conciencia sobre la necesidad de crear ambientes sanos, verdes y libres de contaminación, la ONU conmemora el 8 de noviembre de cada año el Día Mundial del Urbanismo. Este 2022, su principal propósito es crear conciencia sobre la planificación, creación y manejo de comunidades urbanas sostenibles, más seguras, inclusivas y resilientes.
Debido al cambio climático y la sobrepoblación de las ciudades, la calidad de vida ha ido decreciendo en la mayoría de las áreas urbanas. “El tiempo destinado al transporte, la inequidad e injusticia urbana, la inseguridad, la falta de espacios públicos y el estrés propinado al medioambiente son síntomas de un modelo insostenible”, comenta el Dr. en Arquitectura y Urbanismo de la FAU, Constantino Mawromatis.
Para Geraldine Herrmann, arquitecta y académica del Departamento de Urbanismo de la FAU, son las mujeres quienes se ven más perjudicadas, ya que deben enfrentar la desigualdad de acceso en los espacios y la brecha de género existente en los lugares donde se movilizan. “Por ejemplo, en el acceso a la vivienda, es más difícil para las mujeres acceder a un crédito hipotecario, pero también se expresa en el espacio público. Las mujeres sufren de mucho acoso en las calles y en el transporte público. De hecho, las mujeres se sienten más inseguras que los hombres en nuestros espacios públicos y calles, limitando los horarios y espacios en que ellas circulan”, advierte.
Agrega, además, que "nuestras calles están diseñadas en función de los vehículos motorizados, en desmedro de otros modos de transporte, como los ciclos y la caminata. Esto afecta particularmente a las mujeres –que caminan más que los hombres– y a otros grupos vulnerados, como son niños/as, personas mayores y personas en situación de discapacidad, entre otros”.
Paola Velásquez, profesora de la misma unidad, complementa que existen diversos problemas y desafíos que enfrentan las grandes ciudades, entre ellos, la contaminación, que pone en riesgo a los ecosistemas y la salud de la población; las múltiples y crecientes amenazas hidrometeorológicas, sísmicas y volcánicas; y que el promedio de áreas verdes existentes es mucho menor al recomendado por los estándares internacionales y su distribución es profundamente desigual.
Hacia una ciudad más sustentable e inclusiva
En 2015, Chile -como parte de los 193 países miembros de la Organización de Naciones Unidas- suscribió y se comprometió al cumplimiento de un nuevo programa de desarrollo sostenible: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Entre los principales propósitos de esta agenda está la meta de aumentar la urbanización inclusiva y sostenible, así como la capacidad de planificación y gestión participativas, integradas y sostenibles de los asentamientos humanos en todos los países.
“Es necesario articular un nuevo modelo de gobernanza para estructurar un sistema de infraestructura verde, que sea capaz de responder a la compleja realidad de Santiago y que permita avanzar hacia una visión de ciudad centrada en el bien común y el desarrollo sustentable”, expresa al respecto la profesora Paola Velásquez.
Con el fin de promover ciudades más amables, caminables y cicleteables para mujeres, niños/as, personas mayores y personas en situación de discapacidad, entre otros, Geraldine Herrmann sostiene que “resulta urgente repensar cómo nos movilizamos y cómo diseñamos nuestras calles. Para esto, debemos ensanchar veredas (con anchos mínimos de aceras de 2,5 metros en calles locales), construir ciclovías en calles con alto tráfico motorizado, reducir las calzadas y fiscalizar la velocidad de vehículos motorizados”.
Educación urbana
“Aquella ciudad que es capaz de estar inserta y dialogar tanto con su medio natural, como con su medio construido”. Esta es la definición de ciudad resiliente planteada por el director del Departamento de Urbanismo de la Universidad de Chile, Jorge Inzulza. Este concepto surge a raíz de la necesidad de construir ciudades que sean capaces de resistir a los efectos del cambio climático y garantizar la seguridad de sus habitantes en caso de catástrofes naturales.
“Hoy en día es tremendamente importante conocer mucho más el territorio en todas sus dimensiones, no basta solamente con saber que hay una pendiente, por ejemplo, sino que conocer cuál es la naturaleza del suelo donde uno se funda, la ciudad resiliente son aquellas que miran en todas las dimensiones el territorio”, explica Inzulza. En ese sentido, habitar una ciudad resiliente es uno de los mayores beneficios para la sociedad, pues esto significa “que la sociedad es parte de la manera en cómo debe habitar de buena forma, la sociedad se transforma en el primer tipo de modo de vida a través de una educación cívica para poder entender cómo se inserta en el territorio”, agrega.
Finalmente, el director del Departamento de Urbanismo sostuvo que “si la sociedad está en una ciudad resiliente, quiere decir que sabe cómo vivir en ese territorio, porque cuando hablamos de urbanismo también hablamos de educación. Si la sociedad está bien informada, si sabe cuáles son las amenazas y riesgos que el territorio puede tener, esa sociedad se transforma en una sociedad que no solo sabe, sino que también puede actuar de manera anticipada”.