Conocer las percepciones de la población para mejorar la gestión hídrica

Conocer la percepción de la población para mejorar la gestión hídrica

En Antofagasta, Chile, a pesar de que el suministro de agua cumple con los parámetros de calidad establecidos, sólo uno de cada cuatro hogares bebe agua de grifo y más del 80 por ciento prefiere agua embotellada. El sabor del agua, el estatus socioeconómico de la población y las experiencias pasadas ligadas a la contaminación del agua por arsénico determinan una baja percepción de la calidad del recurso e impulsan prácticas de consumo preventivas.

Así lo revela un estudio publicado en Water, sobre una encuesta realizada en 877 hogares de esa ciudad de poco más de 400.000 habitantes, ubicada en el Desierto de Atacama, al norte de Chile, y que se basó en el empleo de seis modelos estadísticos que combinaron una treintena de variables para conocer la satisfacción con la calidad del agua, la percepción del riesgo y las prácticas diarias de la población.

Los resultados ponen en evidencia que las políticas de gestión de un recurso vital y escaso como el agua deben considerar no solo los aspectos técnicos, bajo la óptica del Estado y sus instituciones, sino también las percepciones y creencias de la población para garantizar la sostenibilidad de las medidas que se adopten.

“Los datos muestran que la gran mayoría no toma agua del grifo y en esa decisión resulta determinante la experiencia histórica de la comunidad respecto del consumo de agua con arsénico”, señala Fabio Peluso, vicedirector del Instituto de Hidrología de Llanuras de Azul, en Buenos Aires, quien no participó en la investigación.

El arsénico natural en las fuentes de agua llevó a que en la década de 1970, Antofagasta presentara las tasas más altas del país en cáncer de vejiga, pulmón, riñón y piel. La concentración de arsénico en agua de grifo superó 100 veces los límites establecidos por la OMS, previo a la construcción de una planta de abatimiento de este contaminante en esa década.

El 79 por ciento de encuestados opinó que la ingesta de agua del grifo puede afectar negativamente la salud y solo 25 por ciento afirmó estar satisfecho con la calidad del agua. Esto se traduce en el consumo generalizado de agua embotellada para beber (83 por ciento de los encuestados), el desarrollo de prácticas preventivas como hervir el agua antes de consumirla (48 por ciento) y la instalación de filtros en el grifo (13 por ciento).

Peluso destaca que además de las experiencias previas, las decisiones se ven afectadas por cuestiones educativas (mayor o menor capacidad crítica en el manejo de la información) y socioeconómicas (capacidad de adquirir fuentes de agua alternativas).

Al respecto, la investigación identificó que los hogares que reciben un subsidio para el pago de facturas o están satisfechos con el precio pagado por el agua se muestran más satisfechos con la calidad del agua.

El país andino introdujo una planta desaladora en 2003 para garantizar el suministro de agua a los habitantes de las ciudades costeras –donde reside el 70 por ciento de la población– liberando recursos hídricos de la cordillera destinados a abastecer a la minería del cobre. Paulatinamente, se fueron creando así tres áreas de suministro, según las fuentes de agua utilizadas: agua desalada, agua dulce y una tercera, mezcla de ambas.

A pesar de que la empresa privada que construyó la planta difundió la introducción de agua desalinizada, la mayoría de la gente lo desconoce e ignora que coexisten fuentes de agua y áreas de abastecimiento diferentes en la ciudad: el 54 por ciento dijo no conocer el origen del agua que recibe. Los resultados indican también que la gente no relacionó la mala calidad del agua con la desalinización.

María Christina Fragkou, coautora del trabajo e integrante del Departamento de Geografía de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile señala que “la confianza de la gente en la fuente del agua y el proceso de tratamiento son imprescindibles para su aceptación y uso. La transparencia de estos procesos también forma parte de la información ambiental a la cual la gente tiene derecho establecido”.

Asimismo, opina que el agua fresca o continental debería tener un uso prioritario para consumo humano, dejando a las fuentes alternativas de agua (como agua desalinizada, reciclada o agua de lluvia) para usos productivos (agricultura, industria, minería).

Andrea Suárez Serrano, coordinadora del Centro de Recursos Hídricos para Centroamérica y el Caribe de la Universidad Nacional de Costa Rica, comentó a SciDev.Net que “es importante conocer la percepción de la población sobre el agua que están tomando, así como también es fundamental contar con la caracterización del agua y efectuar un monitoreo constante para asegurar la calidad y seguridad para la población”.

La especialista destaca que debido a la aridez de la zona de Antofagasta, la opción de desalinización se vuelve muy razonable. Y agrega que, frente al contexto de cambio climático, “cada país debe evaluar las distintas opciones para garantizar la seguridad alimentaria e hídrica y estudiar las necesidades a mediano y largo plazo para cubrir las demandas de consumo de agua en calidad y cantidad suficientes para asegurar la salud, los medios de vida y los ecosistemas”.

Para Peluso, es importante considerar el papel de los medios de comunicación en la percepción de la población. Así como “amplifican las bondades del agua embotellada, por medio de publicidades que la asocian a la vida sana, de gente cool, creo que pueden modelar los comportamientos que hagan que cierta agua no se consuma, independientemente de las evaluaciones técnicas que sí garantizarían cierto nivel de calidad”.

Y Fragkou dice que para evitar problemas de percepción resulta imprescindible considerar la opinión de la gente, en especial ante cambios en la fuente del agua potable.

“Las ambiciosas estrategias de gestión y las grandes inversiones en nuevas tecnologías e infraestructura no garantizan la aceptabilidad por parte de la ciudadanía. Es necesario involucrar a la población en los procesos de toma de decisiones, sobre todo cuando estas decisiones afectan su calidad de vida”, concluye.

Fuente: scidev.net

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