Arata Isozaki: el destacado arquitecto, impulsor de nuevos debates, nuevas voces y nuevos protagonistas

Arata Isozaki: el destacado arquitecto, impulsor de nuevos debates

¿Qué destacaría del arquitecto japonés Arata Isozaki?

“Arata Isozaki fue un protagonista determinante de la arquitectura en Japón a partir del debate metabolista –la última vanguardia en arquitectura, como él mismo ha mencionado. Como arquitecto, se podría decir que, desde entonces, si bien mantuvo un pie adentro y otro afuera de dicho debate, se comprometió con un proyecto de vanguardia, con aquella arquitectura que plantea preguntas y formula argumentos para la disciplina, para la cultura de arquitectura, para la ciudad ya sea del debate de arquitectura del momento, preguntas disciplinares o las circunstancias que los propios proyectos le daban”.

“Es un placer, de hecho, leer algunas de sus monografías, en las cuales él mismo escribe sobre los edificios que proyectó, no sólo en términos de las circunstancias de los encargos que recibió y de las estrategias que formuló –como es habitual– sino en términos de lo que cada edificio supuso en la trayectoria de las preguntas y argumentos de su propio trabajo. Sus libros de proyectos son verdaderas autobiografías de conceptos. Es decir, todo su trabajo como arquitecto ­–cada proyecto, cada edificio– se convierte en una oportunidad para plantear preguntas y formular argumentos, y a su vez ampliar el campo de la arquitectura”.

¿Cuándo lo entrevistó y en qué circunstancias?

“Entrevisté a Arata Isozaki en abril del año 2001, junto con Fabio Oppici. Viajamos a Japón por unas seis semanas a realizar entrevistas con una docena de arquitectos japoneses, entre los cuales estaba Isozaki. Recuerdo en particular de aquella entrevista que Isozaki utilizó la conversación a su favor para plantear preguntas –si no dudas– sobre su propio trabajo, en lugar de proclamar certezas. Esto no ocurre a menudo en entrevistas de arquitectura”.

¿Cómo impactó en usted Isozaki?

“En mi época de estudiante, en los años ochenta, Arata Isozaki era una de las voces más importantes de la arquitectura japonesa. A través de Isozaki conocí y me interesé por el debate japonés, y desde entonces lo he seguido de cerca. Como comentaba, he realizado innumerables entrevistas con algunos de sus protagonistas. Por otra parte, hasta hace algunos años viajaba anualmente a Japón con mis talleres de la Universidad de Columbia. En uno de aquellos talleres trabajamos precisamente con un edificio de Isozaki –su segundo edificio: la Biblioteca de la Prefectura de Oita, en su ciudad natal– y tuvimos la oportunidad de visitar gran parte de sus edificios de los sesenta y setenta.

¿En términos de sus características personales, que destacaría?

En primer lugar, me gustaría decir que Arata Isozaki fue un arquitecto que trabajó en el ámbito completo de la arquitectura: como proyectista, como escritor y como educador. Es decir, como participante activo –y, de hecho, gran polemista– del debate de arquitectura. Sin embargo, hay otro asunto importante, particular y casi exclusivo de Isozaki, del que se habla poco, y al que me gustaría referirme. Isozaki tuvo un rol excepcional en impulsar la trayectoria de arquitectos emergentes, tanto en Japón como fuera de Japón. Por una parte, tuvo la fortuna de formar parte de los jurados de algunos de los concursos más destacados de las últimas décadas, y que supusieron no solo una oportunidad decisiva para algunos arquitectos de entrar en la escena, sino además un punto de quiebre en el debate de arquitectura. Me refiero a los concursos de The Peak en Hong Kong, del Parque de la Villette en París, de la Terminal de Yokohama y de la Mediateca de Sendai. Por otra parte, Isozaki estuvo al frente de una serie de proyectos urbanos de gran escala –Fukuoka, Kumamoto, Gifu– que, además de especular colectivamente sobre la ciudad, ofreció oportunidades a arquitectos emergentes de materializarar sus primeros proyectos. Me refiero, entre otros, a los proyectos de Steven Holl en Fukuoka, Kazuyo Sejima en Kumamoto, Diller Scofidio en Gifu. En este sentido, Isozaki fue un excepcional promotor –como quizás no habido otro– de la arquitectura contemporánea. Esto habla de su generosidad, de su curiosidad y de su genuino interés por la arquitectura.

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