El académico del Departamento de Geografía y Coordinador del Doctorado, Prof. Miguel Contreras, quien abrió la jornada, destacó que el propósito del seminario fue “reimpulsar conversaciones de nivel doctoral que trasciendan el ámbito académico y convoquen a la comunidad universitaria en su conjunto”, enfatizando la necesidad de construir espacios de diálogo interdisciplinario entre territorio, espacio y sociedad. .jpeg)
Por su parte, Paola Jirón, presidenta del Consejo Nacional de Desarrollo Territorial y miembro del claustro del programa, valoró la visita de Aliste y recordó el rol fundamental que desempeñó en la creación del doctorado: “Armamos este programa juntos durante años, con la convicción de que debía ser un espacio interdisciplinario que integrara las distintas miradas sobre el territorio. Su huella ha sido decisiva en nuestra manera de pensar la relación entre academia y políticas públicas”.
Por su parte, Enrique Aliste también reflexionó sobre la historia y evolución del programa doctoral, así como sobre los desafíos contemporáneos en torno al estudio del territorio. “Es emocionante volver al lugar del que nunca me he ido. El territorio no sólo es un concepto de investigación, sino también un oficio, una forma de vida y de relación con los otros”, señaló.

En su exposición abordó además la importancia de comprender los conflictos y controversias territoriales no sólo como problemas, sino como oportunidades de aprendizaje y transformación social, subrayando la necesidad de situar los debates latinoamericanos en diálogo crítico con las perspectivas del norte global.
El rol de la academia y la fragmentación social
Durante su conferencia, el académico y geógrafo Enrique Aliste realizó una profunda reflexión sobre los desafíos del pensamiento territorial contemporáneo, llamando a revisar críticamente el uso de los conceptos que han guiado las ciencias sociales y el debate público en las últimas décadas.
“O lo dijimos mal, o no lo procesamos bien, o está aún en elaboración”, comenzó señalando Aliste, en alusión a la manera en que el mundo académico ha contribuido —a veces sin advertirlo— a la atomización y fragmentación de lo social. “Me pregunto cuánto de lo que hemos validado, de lo que hemos puesto en valor, ha alimentado identitarismos y divisiones. No tengo la respuesta, pero creo que debemos hacernos cargo de eso con ética y responsabilidad”, sostuvo.

El académico, quien actualmente se desempeña en la Universidad de París 1 Panthéon-Sorbonne, destacó que la reflexión intelectual debe ir acompañada de una autocrítica colectiva. “No se trata de olvidar ni de culpar al otro, sino de entender lo que nos ha pasado y en qué nos hemos equivocado. Tenemos una responsabilidad intelectual que necesitamos reposicionar”, afirmó, haciendo referencia al contexto político y social que ha marcado a Chile y la región en los últimos años.
Aliste también abordó el riesgo del “vaciamiento conceptual”, especialmente en torno a ideas como territorio, cuerpo o lo situado, que —a su juicio— han sido sobreutilizadas y distorsionadas en el debate público. “Cuando escuchaba hablar de ‘territorios’ en la esfera política, al principio me parecía fascinante; después, confieso que llegó a ser insoportable, porque el concepto se empezó a usar para cualquier cosa y perdió sentido”, advirtió.
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Sin embargo, subrayó que este proceso también ha generado avances significativos: “Hemos logrado instalar con fuerza la noción de que la evidencia ayuda a construir mejor política, y eso es una contribución concreta de nuestro trabajo académico. Hoy existen políticas públicas con enfoques territoriales que son fruto de estas discusiones y que han hecho a la sociedad mejor”, destacó.
El derecho a la reflexión, al disenso y al diálogo
Aliste llamó a no temer el debate ni la revisión crítica de las propias ideas, incluso cuando estas resulten incómodas: “La peor tragedia del mundo universitario es la autocensura. Nuestro deber es pensar libremente, examinar con honestidad y aportar a la comprensión de la sociedad. El territorio —recordó— no es un concepto cerrado, sino un diálogo permanente en transformación”.
Asimismo, el académico señaló que “yo creo que el concepto de diálogo es súper potente —señaló—, pero el diálogo no es sólo conversación: es la forma en que efectivamente logramos establecer conexión, incluso en el desacuerdo. Es en la controversia donde aparecen los nudos que nos deben interesar, porque ahí radica el potencial del conocimiento”.
Por otro parte, Enrique Aliste advirtió sobre los riesgos de la excesiva abstracción teórica, que puede llevar a la inmovilidad conceptual. Citando a la filósofa Eva Haifa Giraud, señaló que algunos marcos teóricos, aunque poderosos, “terminan atrapándonos en una incapacidad de actuar”. En esa línea, insistió en la necesidad de volver a la evidencia situada, entendida no solo como datos o estadísticas, sino como experiencias, materialidades y registros orales debidamente interpretados.
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“Hoy todo el mundo hace etnografía, pero la etnografía requiere preparación, sensibilidad y ética. No se trata solo de entrevistar, sino de comprender desde dónde y quién habla cuando se investiga”, apuntó, subrayando la importancia de la honestidad metodológica y la responsabilidad intelectual.
El académico advirtió, además, sobre el papel de los organismos internacionales y las agendas globales en la configuración de políticas públicas, destacando la tensión entre su rol estructurante y los riesgos de una imposición sin contexto. “He sido muy crítico de Naciones Unidas, pero hoy creo que hay que defenderla. Es de las últimas instancias donde todavía se puede dialogar. Si la perdemos, lo que viene será la ley del más fuerte, y ya sabemos quiénes son”.
Finalmente, Aliste hizo un llamado a la responsabilidad de la academia frente a un contexto que describió como “profundamente incierto y a veces abismal”. “Hay cosas que jamás pensé que tendríamos que volver a defender, y que ahora son lo último a lo que podemos aferrarnos antes de caer. Los temas incómodos son nuestra responsabilidad frente a la sociedad. Si la universidad no los asume, nadie más lo hará”.
Con su característico tono crítico y lúcido, Aliste cerró su intervención enfatizando la urgencia de sostener espacios de pensamiento libre dentro de las universidades: “Tenemos que defender el derecho a la reflexión y al disenso. Es la única manera de seguir produciendo conocimiento con sentido”.
► Revisa acá la conferencia completa:Territorios en perspectiva: Un diálogo abierto


