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Geografía de la Ropa en Chile: la moda que nos mata

Geografía de la Ropa en Chile: la moda que nos mata

Desde hace años la industria de la moda se ha posicionado sostenidamente como una de las más contaminantes, tanto por lo que implica su producción como por el transporte y desecho de las prendas, generando toneladas de basura textil que no cuenta con un tratamiento adecuado.

Según datos de la ONU, la industria textil  produce el 20% de las aguas residuales mundiales, responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel global y del 10% de las emisiones globales de carbono. A estos índices, se suma que el 73% de la ropa post consumo es botada a la basura y menos del 1% se recicla. 

La huella ecológica de una prenda es devastadora. Hoy en el mundo, se venden 2 mil millones de jeans al año, la mayoría son de algodón, una planta muy exigente en agua, hacer un jeans requiere aproximadamente de 8.000 litros. Junto con ello, el algodón es el cultivo más contaminante al utilizar una cuarta parte de los insecticidas producidos en el mundo para el 2,4% de la superficie cultivada del planeta. Una polera requiere 140 g de pesticidas y fertilizantes químicos y emite 5,2 kg de CO2, correspondiente a 27 km en avión.

Un problema que llevamos puesto

Para generar conocimiento y conciencia sobre esta problemática el Departamento de Geografía de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile abrió el debate a través de un conversatorio denominado “Geografía de la moda desechable en Chile: Desafíos para la gestión y planificación territorial”.

Beatriz Bustos, geógrafa y académica de la FAU experta en desarrollo rural, geografía económica y ecología política, señala la urgencia de visibilizar el problema y de un actuar de todos los actores involucrados. “Es un llamado muy fuerte a la industria textil, a las grandes cadenas que venden ropa para que efectivamente compren ropa que no sea desechable, pero también recibir y procesar la ropa que terminó su ciclo de vida. Hay un desafío para el sector privado como para los consumidores de ser más conscientes de lo que compran y cuánto compran. En tanto, urge que el Estado establezca normativas claras y que apoye la gestión del residuo textil de los gobiernos locales, entregando ayudas y subsidios para financiarlo, porque hacerse cargo del desecho textil es caro”. 

Si bien en el año 2016, en Chile se promulgó la Ley de Reciclaje y Responsabilidad Extendida del Productor (REP), que en lo esencial obliga a fabricantes e importadores de seis productos prioritarios a recuperar un porcentaje de ellos una vez que terminan su vida útil, el rubro textil no fue incluido y sólo recientemente ha pasado a ser parte de la discusión y la atención de la política pública.

Para Bárbara Pino, Directora del Observatorio Modus- sistema de la moda, e integrante de Fashion Revolution, en relación a la contaminación textil, señala que “nuestra industria del retail lidera y conquista Latinoamérica y el mercado de la ropa usada crece a ritmos vertiginosos”. 

Según la experta, en Chile existe una gran informalidad en el ámbito de la moda. Por lo mismo, sugiere que lo primero que debiera cambiar es obtener un reconocimiento de las autoridades nacionales de que esto es un sector productivo. “Se necesita tener esa mirada política y estratégica con nuestro mundo de la moda y que no lo vean solamente como una cosa artística, bonita, estética”, y agrega: “La moda generalmente viene comprendida como una sola cosa. Pero es un sistema cultural que es mucho más complejo, donde se da trabajo, existe innovación de producto y aborda ámbitos políticos, sociales, económicos, culturales y transnacionales”, concluye.

El Norte de Chile y los vertederos de ropa usada

Iquique es el principal puerto de acceso del textil no sólo de Chile, sino también de Latinoamérica. Nuestro país es una de las pocas naciones que acepta el ingreso de ropa usada, ya que por razones sanitarias o por protección a la producción textil nacional, no está permitido en otros países del continente. En Chile las importaciones se realizan por grandes fardos de ropa de la cual mucha no sirve para la venta y se transforma en basura, lo que ha transformado al norte del país en zonas afectadas por grandes vertederos de ropa usada.

Alto Hospicio, Iquique y el desierto de Atacama en Chile se han convertido en un gigantesco basurero de ropa, toneladas de textil terminan como basura escondida en el desierto.

Franklin Zepeda, Fundador de Ecofibra Chile, ganador de los Premios Natida “Chileno del Año”, en la categoría “Chileno Sustentable”, señaló que “Me di cuenta de que eran muchos los residuos que se generaban. Un dato duro de Zofri: el año pasado ingresaron 59 mil toneladas de ropa usada, y de eso, aproximadamente 39 mil se transformó en residuo textil. Nosotros, solo con los residuos que se generan acá en Tarapacá, de Zofri, podríamos dar dos vueltas al planeta. Solamente con la ropa de acá”.

Por eso, en esta región el problema es particularmente complejo: “es grave en Chile, pero especialmente en Tarapacá, porque es una zona chica donde se genera mucho residuo textil”. Franklin explica que la ropa no puede recibirse en vertederos comunes, porque no permite la compactación del suelo, por lo que la queman o se deja en estos vertederos ilegales: cerros de ropa que se han ido acumulando en el desierto de Atacama.

Ante esta situación y tomando experiencias de otros países Franklin Zepeda creó Ecofibra: una empresa que recicla los residuos textiles y los transforma en paneles de aislación térmica. Un panel de aislación térmica de alta calidad: ignífugo, hidrofóbico, con aislación de ruido y mejor conductividad térmica que la fibra de vidrio o el plumavit, 70% más barato que los productos de la competencia: “La aceptación es un 100%, pero tienes que primero sacarles todos los mitos que tienen en su cabeza: olvidar todo lo que conocían de aislación térmica para que recién nos escuchen y nosotros poder presentarles el producto”.

Respecto de las soluciones varias iniciativas ecológicas han transformado la ropa usada en lámparas, recipientes, cuadernos, bolsas, cajas y hasta colecciones para regalos corporativos. Pero los expertos indican además que “existe responsabilidad en las políticas comerciales de la industria del ‘fast fashion’ quienes han colaborado en convencernos que la ropa nos hace más lindos, que nos otorga un estilo y hasta nos cura la angustia”. “Los consumidores que conocen los daños ambientales que esta actividad provoca, atribuyen el problema a las industrias y a la falta de regulaciones”, pero “el problema lo llevamos puesto”, advierten.

En relación al aporte que puede hacer la Geografía como disciplina, la académica Beatriz Bustos indica que “tenemos un rol de visibilizar las cadenas globales de producción textil y generar una educación ciudadana sobre el origen de la ropa que está en nuestro closet y dónde va cuando la dejamos de usar. Pero también tiene un rol en apoyar a los municipios y gobiernos locales y regionales en el diseño de un ordenamiento territorial, consciente y sustentable del desecho textil promoviendo políticas de reuso, de reparación y reciclaje".

Finalmente, agrega que “hay una deuda del Estado para reparar y sanear los territorios degradados por el desecho textil, espacios en los cuales viven muchas comunidades generalmente campamentos, sobre todo en Alto Hospicio, pero también hay muchas posibilidades de empoderarlas a través de la organización comunitaria para convertirse en actores fundamentales de la cadena de la reparación y del uso del diseño textil. Hay experiencias en otros países, donde las comunidades locales han transformado el reciclaje y la reutilización de desechos en una parte activa de su economía local, volviéndose comunidades más sustentables y empoderadas. Ese es un desafío para las comunidades pero primero el Estado debe reparar y sanear el territorio”.

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