El debate mundial de las últimas décadas ha estado marcado por los problemas medioambientales. El modelo productivo y de sobreconsumo instalado en la gran mayoría de los países ha generado consecuencias como el calentamiento global, que está alterando drásticamente las condiciones climáticas y ambientales, afectando principalmente a un recurso fundamental: el agua.
En este contexto, Chile ha sido protagonista de este debate en primer lugar por sus grandes reservas de agua dulce, que se encuentran principalmente en los ecosistemas del sur y en los glaciares y hielos de la cordillera de Los Andes; y en segundo lugar por las constantes amenazas al recurso por parte de empresas de generación eléctrica y la minería. Este dilema, que se ha expresado en conflictos de larga duración como la instalación del proyecto minero "Pascua Lama", llevó a la discusión de una nueva ley que se encargara de proteger los glaciares, y que en su inicio contó con el aporte de organizaciones ambientalistas y académicos, los mismos que hoy denuncian que el lobby empresarial ha desvirtuado completamente la iniciativa.
¿Por qué hoy se vuelve a instalar con fuerza el debate sobre la Ley de Protección Glaciar?
Esta ha sido una discusión desde que se presenta el proyecto de Ley, y en los más de diez años que lleva el trámite han habido muchas actividades que han seguido el proceso y han discutido sobre qué es lo que debería contener una ley de este tipo. Y eso es porque las diferencias entre el proyecto original, que fue corregido incluso con participación mía en la Comisión de Medioambiente del Senado, y las actuales indicaciones sustitutivas que lo jibarizan, son muy grandes. Hay advertencias de distintas publicaciones que la catalogan como "un traje a la medida de la industria", y podemos decir que el gobierno ha cedido frente a las presiones de las grandes empresas internacionales e incluso de Codelco, eliminando muchos aspectos que se encontraban en el proyecto de Ley original.
¿Cuáles son los cambios más notorios que ha tenido el proyecto?
De partida, ahora se debe definir cuáles glaciares son importantes y cuáles no. Esto llama la atención cuando hoy en día todos los estudios sobre cambio climático advierten que el 2015 fue el año récord en temperatura, superando al 2014, lo que demuestra un ascenso constante. Frente a ese escenario, y también considerando que el agua es un recurso fundamental para el desarrollo de la vida y la actividad productiva, hay que considerar que todos los glaciares son un recurso estratégico para el futuro. Esas reservas de agua que tenemos en la cordillera en sus distintas formas, considerando los glaciares y formas de hielo en el subsuelo, son un recurso natural invaluable, que además no es renovable. Por eso la causa fundamental de este movimiento es que no se les toque y se les deje seguir su evolución natural para que nos duren y tengamos agua en el futuro.
¿Cuáles serían las consecuencias de una eventual destrucción de los glaciares?
Los impactos de la destrucción o aceleración del derretimiento de los glaciares son múltiples. Primero hay un impacto ambiental en la reducción del aporte de agua que éstos hacen al escurrimiento superficial, las napas subterráneas y a la atmósfera por evaporación, aportando sobre todo en los ambientes de montaña en los cuales la humedad es muy baja. Eso se conecta con los ecosistemas que sin los aportes de los glaciares, no existirían, como los humedales y vegas de montaña, que tienen una gran importancia para la ganadería trashumante y su mantención durante el periodo seco del verano o las sequías. Además, el agua que proviene de los glaciares es pura y limpia, se puede beber y usar para regadío, por lo que es fundamental para mantener la actividad productiva y también la vida humana. Esto tiene que ver con un tema de salud en la medida que mayor cantidad de agua también significa menos enfermedades y más limpieza.
Por último, esta agua es importantísima para todos los procesos productivos en el marco de las sequías que se avecinan, porque todas las proyecciones climáticas afirman que estos fenómenos se van a hacer más frecuentes y prolongados. En ese escenario, disponer del agua de los glaciares es vital.
Tomando en cuenta todas estas variables, ¿podemos decir que ha existido una mirada cortoplacista de los gobiernos y el empresariado ante los glaciares?
Así es. Se está mirando en un horizonte de muy corto plazo sin resguardar estos recursos para las generaciones futuras. Con las tendencias de calentamiento actual, a pesar de todos los esfuerzos que se están haciendo, las opiniones de los expertos dicen que este es un proceso imparable, y por lo tanto tendremos que adaptarnos. Eso significa cuidar y recurrir de una manera sustentable a los recursos que la naturaleza nos ha prodigado. En este sentido, Chile es un país favorecido por la repartición natural del agua dulce en el planeta, la cordillera de Los Andes es un reservorio de agua fundamental que tenemos que cuidar, porque, como se dice hoy en día, el agua es el oro del futuro. Y que hoy se plantee como alternativa la construcción de plantas desalinizadoras de agua de mar puede ser una medida paliativa para abastecer zonas urbanas o agrícolas cercanas a la costa, pero no es factible subir esa agua desalada desde el mar a la cumbre de las cordilleras para que ahí cambie de estado y supla el aporte de los glaciares. Esta agua no puede cumplir el rol de los glaciares de aportar humedad a la atmósfera y producir un refrescamiento que ayude así a disminuir el calentamiento, tampoco la función de enfriar las masas de aire o la nieve.
Hoy el debate sobre la Ley está de nuevo sobre la mesa, y hace años que se vienen realizando movilizaciones e intervenciones en las cuales académicos como usted se han involucrado. En este sentido, ¿hace falta más vinculación entre las universidades y el mundo académico con estos temas?
No me cabe duda que debe ser así. El ejercicio de la gobernanza desde la base de una sociedad informada, que entienda las situaciones y se proyecte a futuro, es absolutamente necesario. Esto significa obviamente que el mundo académico debe participar más y aportar bajando estos conocimientos científicos en forma entendible, con un lenguaje práctico y comprensible, para que así las personas entiendan y participen de las peleas por sus derechos. Porque finalmente atentar contra los glaciares es atentar contra el derecho a la vida, contra los Derechos Humanos, por eso participar con la gente en estos movimientos y presiones a todo nivel es parte de nuestro rol como académicos de la Universidad de Chile.